Providence, de Juan Francisco Ferré


Debo aclarar, antes de nada, que soy una convencida de la efectividad de la novela construida a base de fragmentos. Pienso –y otros mucho antes que yo lo han explicado suficientemente- que, junto con el hibridismo, es uno de los caminos por dónde pueden transitar los creadores actuales tal como se dice en este espacio. Esa es una de las características de Providence que me entusiasmaron al principio (aunque esta sensación. como luego veremos, duró poco). La novela es un conglomerado ácido, canalla, desencantado e hipercrítico, cuyos dardos, aparentemente dirigidos al mundo del cine, apuntan, según deduzco, con toda intención, al literario.

Entre sus valores podría citar ese cinismo desencantado -tan de moda hoy día por otra parte, que de tanto prodigarse más parece una pose que otra cosa-, del que hace alarde y que resultaría atrayente de no haberse convertido en monótono. Bajo la supuesta imperturbabilidad de un personaje psicológicamente inconsistente adivinamos a un tipo inofensivo que solo juega a ser feroz. Una impresión que encontramos confirmada en el disparatado e impresionante desenlace. Probablemente, uno de sus mayores aciertos.

Un artefacto que peca de verborreico, con una incontinencia verbal que se nutre de repeticiones y tópicos ya que, paradójicamente, es tremendamente elusivo, apenas podemos entrever las escenas, no existe acción contra lo  que pueda parecer, los personajes están definidos de antemano, no los conocemos por sus actos, no existen caracteres ni actitudes pues todo es una fantasía prefijada y centrada en una serie de ideas delirantes que el autor contagia a los personajes y que atrofia la trama desde el principio invalidando cualquier pretensión de llevarla a buen puerto. Si además, estos personajes, conversan de forma manifiestamente artificial en una circunstancia supuestamente realista, la credibilidad, simplemente, no existe.

También es manifiestamente excesivo. Pero, en literatura, los excesos, si se suman, conducen a la complejidad; en cambio, si como ocurre en este caso, se restan unos a otros, de ellos resulta la confusión.
Abundan, sobre todo al principio, las alusiones equívocas, y hasta incongruentes, a la política nacional. Pienso que un autor no tiene necesidad de ocultar su postura, si es que viene al caso mostrarla, pues eso demuestra coherencia. Jugar al despiste manifiesto solo puede ir en detrimento de la obra. Más aún cuando Ferré parece estar deseando abordar ciertas cuestiones. Al optar por contenerse, por no entrar en materia, convierte a la novela en un divertimento al que le faltan toneladas de sinceridad para poder situarse a otro nivel. Aunque hay excepciones, como su visión certera de las causas de que la industria cinematográfica española permanezca en un permanente bache creativo (pg. 127). Otra incursión en la ideología que me ha parecido interesante es el momento en que el protagonista encuentra una carta en su puerta. La misiva, como tal, no es verosimil, pero como digresión que desgrana con lucidez ciertos misterios históricos me parece afortunada literariamente hablando, porque está plagada de magia y misterio, de retales del pasado y de promesas apocalípticas cuyo conjunto constituye una gran verdad. En este par de páginas el autor abandona la voz impostada y recupera la suya propia para dirigirse, por vez primera, con aparente sinceridad, al lector. (Pg. 199)
A medio camino, se desvía de la trayectoria anterior para describir una serie de aventuras sexuales sin ninguna consistencia. Toda mujer que se cruza con él (policía de tráfico, jefe de departamento etc.) en menos de diez segundos cae rendida a sus pies sin secuencia lógica ni altura imaginativa, mera mecánica absurda y tediosa que pretende, supongo, escandalizar, y que solo consigue aburrirnos. Más tarde, cuando el sexo ha agotado sus imposibilidades y su abuso ha debido de hartarle hasta a él, la toma con la violencia, llevando al límite las vomitivas fantasías gore que cruzan por su imaginación. Si primero me pareció que la novela contenía indudables aciertos y solo le sobraban elementos por carecer su autor de contención verbal, según iba avanzando, mi curiosidad disminuía hasta desaparecer, dejando únicamente fastidio. En resumen, un interesante proyecto malogrado y un puñado de excelentes páginas dispersas.

PRIMERA EDICIÓN: 2009 (FINALISTA PREMIO HERRALDE DE NOVELA 2009) - EDITORIAL ANAGRAMA  – COLECCIÓN NARRATIVAS HISPÁNICAS – PÁGS: 492


Comentarios