Huesos en el desierto, de Sergio González Rodríguez


Título sobrecogedor que encabeza el retrato de una pavorosa realidad. No podía haberse escogido otro mejor para este extenso y documentadísimo trabajo de investigación que Sergio González abordó hace ya más de una década jugándose el pellejo, probablemente, para el resto de su vida. Y en absoluto estoy exagerando, ya que los responsables del espeluznante estado de cosas que ha desembocado en el asesinato de un altísimo número de mujeres en Ciudad Juarez –localidad radicada en la frontera mejicana–, son sanguinarios, despiadados, vengativos hasta la médula y, sobre todo, poderosos y conscientes de su radical impunidad. También porque –con una actitud de temerario compromiso– el autor continúa apoyando a todo el que se enfrenta a las arbitrariedades del poder establecido en su país con el propósito de erradicar el denigrante estado de cosas que se muestra en este libro-reportaje, porque desde entonces no ha dejado de seguir muy de cerca los nuevos acontecimientos, de proclamar en voz alta lo que piensa, de colaborar incansablemente con todo el que persigue el mismo objetivo, ni de participar en las reediciones de esta obra, alimentándola y ampliándola, según va pasando el tiempo, con aportaciones que actualizan o dotan de nueva perspectiva a lo escrito.
Lo que este libro cuenta nos suena a todos de oídas. Ya sabíamos de la frecuente aparición de cadáveres femeninos –y, ocasionalmente, de algún varón en los inevitables ajustes de cuentas que se realizan en el marco de actividades fraudulentas y cohecho que se produce en la zona–, lo sabíamos y, sin embargo, conocer los detalles, enfrentarnos a esas abrumadoras cifras, enterarnos de la magnitud de los hechos y la altísima esfera de poder responsable de las decisiones relacionadas con ellos y con la impunidad de sus ejecutores solo puede producir escalofríos.
 
En un contexto de narcotráfico, de corrupción descarada en intercambios que ponen en juego altísimas sumas, de orgías e impunidad, en el que policía y autoridades se encuentran hundidos hasta las cejas apoyándose en el clientelismo para perpetuar su buen nombre y, de ese modo, mantener un poder inabarcable, aparece otro fenómeno, si cabe, todavía más siniestro:
 
“El asunto de las muertas de Ciudad Juárez, que de por sí se ubicaba en el escenario complejo de toda frontera, exponía ya un fenómeno siniestro en la incidencia de este tipo de crímenes en serie: el efecto copycat. La proliferación de los imitadores que, debido a la ineficacia de las autoridades policiacas y judiciales vio incrementar la impunidad a su favor.
O, más que un efecto copycat, parecía tratarse de un efecto cascada de parásitos, depredadores humanos. Como afirma Michel Serres: el parásito no se detiene. No deja de comer o de beber. Se expande, se fuga y crece, invade y ocupa. Propicia el ruido, el estrépito, la furia, el tumulto y lo incomprensible. La asimetría, la violencia, el asesinato y las matanzas.”
Pgs. 119-120
Asistimos a la creación y mantenimiento de cabezas de turco, como el ingeniero químico egipcio Abdel Latif Sharif Sharif y el grupo “Los Rebeldes”, engullidos finalmente por el gran coloso carcelario. Se nos enfrenta con situaciones truculentas, conocemos nombres y apellidos de asesinos y víctimas, edades, profesiones. Casi todas ellas son muy jóvenes, imaginamos cómo se las obliga unas veces y se las engaña otras, se nos informa a grandes rasgos de la manera en que se ensañan con ellas. Así somos conscientes de hallarnos en la cumbre de la psicopatía. Ese refinamiento destinado al abuso y la humillación, a infligir dolor para acabar matando fríamente, amparándose en el establecimiento de una especie de factoría del crimen, es lo más perverso que he oído nunca. Pero tampoco es mejor la actitud de quienes favorecen su impunidad, o la indiferencia con que el resto de país –tanto los poderosos como la gente de a pie– acogen las noticias que les llegan desde hace ya demasiado tiempo.
 
Hasta ahora solo he aludido a lo que contiene Huesos en el desierto. El envoltorio, en cambio, no me convence tanto. Excesivas reiteraciones: una inabarcable proliferación de datos que aparecen una vez y otra, el regreso constante a las mismas escenas, nombres propios, acontecimientos y conclusiones. Además de una exposición inexplicablemente desorganizada y un lenguaje demasiado ampuloso que –se trate o no de un efecto buscado– desagrada tanto al lector que acaba agotándole.


PRIMERA EDICIÓN: 2002 - EDITORIAL ANAGRAMA (COLECCIÓN CRÓNICAS) - PÁGINAS: 344 

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