Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez


La novela está encabezada por esta frase, extraída de La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata y que reseñamos hace poco aquí.
"No debía hacer nada de mal gusto, advirtió el anciano Eguchi a la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la mujer dormida ni intentar nada parecido
Con ella se desvela por primera la deuda evidente del nobel colombiano con la obra mencionada. En realidad, a García Márquez le había conmocionado en su momento la imagen del hombre de edad a quien facilitan el acceso al lecho de una mujer joven, casi una niña, virgen por añadidura, completamente dormida y por tanto indemne, y en ella se basó para construir El avión de la bella durmiente, también comentado en este espacio. No hace falta mucha imaginación para detectar el abuso  que supondría esta práctica en la vida real, ni siquiera nos consta si Kawabata recogió una costumbre japonesa más o menos extendida o el argumento fue concebido en exclusiva por su propia, y senil, imaginación; en cualquier caso, lo execrable de ambas obras no reside en los hechos que se relatan sino en su tratamiento, que intenta justificar lo injustificable. Porque ambos, con la excusa de un improbable enamoramiento, hacen creer al lector que no existe nada oscuro, que sus personajes masculinos no vulneran derechos, que no están poniendo en peligro la vida de las jóvenes al narcotizarlas, que no están ejerciendo un dominio inadmisible sobre niñas en situación de desamparo, escudados en la impunidad que produce, por una parte un poder adquisitivo capaz de comprar la dignidad de unos padres pobres, por otra la inevitable clandestinidad en que se desenvuelven esas tramas siniestras. Y todo por el absurdo capricho de unos ancianos nostálgicos –reales o ficticios– que no acaban de resignarse a las limitaciones provocadas por el paso del tiempo.
No obstante, desde un punto de vista literario, en ambas novelas, como en el resto de su obra, ninguno de los dos tiene rival. No hay otro remedio que admitir que se trata de dos monstruos de la creación conectados por un argumento común. Sería interesante saber qué hubiese pensado Kawabata del texto que nos ocupa de haber vivido para leerlo. Por otra parte, no es fácil determinar cuál de los dos queda victorioso, quizá el argumento del japonés sea más consistente que el del colombiano, puede que sus atmósferas sean más delicadas, aunque la energía prosística de este, junto a su habilidad para la sorpresa, tampoco le dejan atrás.
Ciñéndonos a Memoria de mis putas tristes, que pronto se convirtió en un gran éxito de ventas, y hasta fue trasladada a película, –en parte debido a su título, en parte a la popularidad de su autor, aunque algo le corresponderá también a lo escabrosidad del argumento–, se nos presenta un personaje en el momento de alcanzar la novena década de su vida y que, para asegurarse de que mantiene el vigor sexual (o vaya usted a saber por qué), decide solicitar la compañía de una adolescente virgen y, una vez, satisfecha su petición, decide velar su sueño sin que ella perciba su presencia. Esta situación se repite a menudo a partir de entonces. La coartada del novelista consiste en hablar continuamente de amor cuando es evidente que el amor no tiene nada que hacer aquí, cuando los protagonistas nunca se han visto despiertos ni sienten el menor interés por conocerse. La burla es evidente, también la inconsistencia que mencionaba más arriba.
Su voz tenía un rastro plebeyo, como si no fuera suya sino de alguien ajeno que llevaba dentro. Toda sombra de duda desapareció entonces de mi alma: la prefería dormida.”
Aunque lo escribió a los 77 años –y no ha vuelto a publicar nada más pero pronto lo hará, póstumamente– sigue siendo magistral la forma en que conduce al lector a su terreno inculcándole un falso romanticismo disfrazado de verosimilitud, así como la progresión argumental, esa evolución de sentimientos que nadie se cree, ni siquiera su autor y, sin embargo, refleja hábilmente con ese oficio suyo que ha sabido mantener hasta el final.


 PRIMERA EDICIÓN: 2004 – EDITORIAL MONDADORI -  BEST SELLER - PÁGINAS: 112 (aprox.)

Date una vuelta por el artículo-homenaje a García Márquez, titulado Los Cien Años de Soledad que nos esperan

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