Tiempo de un centenario, de Mircea Eliade

Mircea Eliade dominaba cinco idiomas y se defendía en tres más, fue filósofo, historiador, tratadista y novelista, estudió en profundidad mitos y religiones y desarrolló teorías que hoy se consideran irrebatibles. El sugestivo planteamiento  –deudor de la literatura especulativa o de ciencia ficción– en que el hombre, alcanzado por un rayo, no solo consigue sobrevivir sino que además obtiene de ello beneficios casi sobrenaturales, como una gran longevidad y una juventud más o menos perenne, le sirve para transitar por sus obsesiones y ahondar a su manera en las incógnitas de siempre.
 
Sabiendo que, además de novelas y multitud de tratados filosóficos e historiográficos, escribió tres textos autobiográficos, y habiendo comparado, si bien someramente, los rasgos de su vida con la de Dominic Matei, veo en este el alter ego del escritor y en sus andanzas supuestamente privilegiadas una réplica de sus desventuras. El protagonista está solo, es longevo y durante su largo periplo –que comienza a los 70 años, casualmente, la misma edad  que Eliade tenía cuando escribió la novela–, es capaz de conservar su mente lúcida, cultiva las mismas aficiones que su creador, posee un carácter meditativo y taciturno y no presenta ningún rasgo que le diferencie demasiado de él. Por tanto, me parece incuestionable que, además de indagar acerca de las posibilidades de la naturaleza humana o de constatar la soledad del hombre, además de valerse de los mitos recurrentes en las civilizaciones que estudió durante toda su vida, como el de Fausto, el del eterno retorno o el de la libertad personal frente al poder, Tiempo de un centenario es un desahogo, una autobiografía camuflada bajo peripecias casi nunca literales, la meditación de alguien consciente de haber consumido la mayor parte de sus existencia, su meditación particular sobre pasado y futuro, los recuerdos de amores pasados, de lecturas y estudios diversos, de las opresivas condiciones de la dictadura nazi. Además de una distopía disfrazada de utopía, pues la conclusión manifiesta es que vivir largo tiempo no es envidiable como tampoco lo es no tener la edad que se representa, y eso equivale a admitir que el hombre ha errado desde que el mundo es mundo en su empeño en alcanzar el viejo mito de la eterna juventud.
 

PUBLICACIÓN: 1976 (EN ESPAÑOL: 1999) – VARIAS EDICIONES – TRADUCCIÓN: JOAQUÍN GARRIGÓS – PÁGINAS: 175 (aprox.)

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