¿Puede fabricarse un escritor? (I)

Las hermanas Brontë
El viento y la sangre del novelista canario Alexis Ravelo se publicó, en un primer momento, con el nombre y la personalidad de un tal M. A. West, supuesto autor de serie B que habría alumbrado unos cuantos títulos a mediados del siglo pasado, siendo este el único que consiguió ser traducido al castellano y de cuyos ejemplares no quedaría rastro alguno. Cuando comenté el thriller en este mismo blog, me lamentaba de que Ravelo hubiese esperado tan poco, un año apenas, para desvelar públicamente su autoría. En mi opinión –y teniendo en cuenta que las virtudes del texto son inamovibles– la inocente impostura que supone sacarse de la chistera a un autor estadounidense (convenientemente fallecido) y pergeñar, tanto su biografía personal como las incidencias editoriales de su obra, se diluyó demasiado pronto.

En breve, publicaré aquí mis impresiones sobre El libro tachado, un ensayo del argentino Patricio Pron. Que versa, más que sobre la desaparición del libro como tal, sobre la ausencia del escritor como individuo concebida desde todos los ángulos posibles.

Abundando en el asunto de las tergiversaciones, me ha llamado la atención su capítulo VI que, bajo el título Falsificadores, realiza un somero repaso de estas prácticas.

Remontándonos al siglo XVIII, el estudioso James Macpherson publicó retazos de pomas de origen pretendidamente gaélico encontrados en algún lugar de Escocia. Macpherson se benefició de la similitud con hallazgos auténticos que habían tenido lugar poco antes.

“Naturalmente, las opiniones acerca de la autenticidad de los textos de Ossian, a favor (David Hume y Adam Smith) y en contra –el doctor Samuel Johnson, quien viajó a las Hébridas y regresó afirmando que los escoceses aman más a escocia que a la verdad –se multiplicaron con la aparición de más y más poemas del ya considerado Homero de los celtas, con los que la polémica continúo algún tiempo a pesar de que, para dictaminar la falsedad de la obra de Ossian, hubiese bastado evaluar los conocimientosde gaélico de Macpherson, que eran más bien rudimentarios, exigirle que diese pruebas de la existencia material de los textos que decía haber transcrito– se negó a hacerlo hasta el día de su muerte– o preguntarse por qué razón unos poemas  del siglo III –en los que, por cierto, abundaban las tragedias y las grandes pasiones y la presentación sublime de la naturaleza– se parecían tanto a los textos de una cierta corriente estática recietne por entonces llamada Romanticismo.”

Esta clase de patrañas, al generar una literatura ancestral ficticia que influiría, a su vez,  profundamente, en los poetas europeos y americanos de más prosapia, tuvo una importancia decisiva y se puede considerar un fraude en toda la extensión de la palabra.

“Al igual que en el caso de George Psalmanazar; (…) la controversia acerca de la autenticidad de la obra de Ossian se mantuvo durante décadas, pero sus efectos fueron más prolongados: sus poemas estuvieron entre los favoritos de escritores como Walter Scott, William Blake, Samuel Taylor Coleridge, John Keats, Johann Wofgang von Goethe, J. G, Herder, José de Espronceda y Lord Byron, entre otros, y contribuyeron como ninguna otra obra literaria “verdadera” a dar forma a la sensibilidad moderna, además de servir como antecedente…”

Como antecedente, sigue diciendo, de posteriores simulacros. ¿No es apasionante? A mí me lo parece. ¡Textos inexistentes cuya pretendida traducción se presenta como un inusual hallazgo arqueológico! Aquí lo que importa, más que lo escrito, son los efectos de lo vivido. Igual que en esas falsificaciones pictóricas cuya historia ha inspirado tantas películas y que, en ocasiones, desvelan un descomunal talento artístico. Y que acaban, además, conduciendo a inesperados descubrimientos de toda índole:

“Una conclusión evidente de todo ello es que los estados nacionales y sus símbolos son invención o equívoco: el Martín Fierro (1872 y 1879), por ejemplo, denominado por Leopoldo Lugones “el libro nacional de los argentinos”, está compuesto en estrofas de ocho versos inhallables en las formas poéticas tradicionales de Argentina.”
(Continuará)

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