La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela




Se cumplen casi tres cuartos de siglo desde la primera edición de esta novela. Sí, da un poco de vértigo. Teniendo en cuenta que supuso un hito en su época, que se ha seguido reeditando y provocando polémica, que se ha analizado hasta la saciedad, que desde muy pronto empezó a estudiarse en la escuela, que se ha convertido en un texto canónico, podemos imaginar los ríos de tinta que se han vertido sobre ella. Imposible añadir nada nuevo, pues. Ni siquiera revisaré etiquetas que no admiten discusión como tremendismo, hiperrealismo o existencialismo. Lo que sigue no son más que unas cuantas notas rápidas escritas al calor de la relectura, dónde, sin ninguna pretensión de originalidad, vuelco al azar algunas sensaciones.

Desde luego, es la primera vez en muchas décadas que la estampa de miseria moral y económica resulta reconocible para el ciudadano medio. No digo que antes no la hubiese, pero se encontraba aislada, vergonzosamente oculta. Estos últimos años, en cambio, han vuelto a arrojar a la playa de lo evidente los restos de millares de naufragios. Ya es imposible ver a Pascual como un caduco testimonio de otra época, se impone otra mirada, más empática, más concienciada y crítica, en definitiva, menos condescendiente.

Una vida sin lustre, consumida por la ignorancia, la mezquindad, la pobreza y la cortedad de miras de unos y otros. Ingredientes todos que atraen la mala suerte ya que “A perro flaco, todo son pulgas”. Pascual se ve arrastrado por una inercia que las circunstancias han ido perfilando, sobre él planea una fatalidad parecida a la utilizada por Zola, pero con un aire más actual, más centrada en la sociedad y sin el enfoque biológico de aquel. Ese destino trágico marca la vida del personaje: hasta su infancia fue desdichada, los mejores momentos de su vida coinciden con sus dos matrimonios. Cuando parece que avanza directo hacia el desastre surge un destello de esperanza, parece remontar, alcanza cierta felicidad incluso, pero la desgracia se empeña de nuevo en perseguirle y su mundo se derrumba otra vez. Sin embargo, su culpabilidad y arrepentimiento constantes indican que no es tan mala persona como piensa.

Aunque escrita en primera persona, la novela tiene un aspecto muy cinematográfico. Todo se ve a través de los ojos de Pascual, ellos son la cámara que enfoca desde el único ángulo que le está permitido, así que nuestra perspectiva ha de ser necesariamente limitada. Por fuerza, esta forma de mostrar los hechos tenía que ser aprovechada: Ricardo Franco la llevó al cine en 1976.

Su lenguaje es el del propio Cela recreando el habla popular, y hasta vulgar, de la tierra. La autoría se manifiesta en el uso de muchas expresiones cultas, en la propiedad de los términos, la corrección sintáctica, la exactitud de las descripciones y la profundidad de pensamiento.  Pero a pesar de todo resulta convincente y, sobre todo, útil, pues el lenguaje que realmente hubiese usado Pascual –tan pobre como incorrecto– al no contar con suficiente calidad literaria, ni amenidad, ni capacidad de comunicar con el lector, jamás hubiese funcionado en la novela. En cuanto a los recursos utilizado por el autor, tanto las cartas como las constantes elipsis, así como las pinceladas impresionistas que hacen avanzar la acción, muestran una realidad convincente y nos transmiten la ilusión de que estamos atisbando un trozo de la realidad de entonces

Para quien se pregunte dónde reside su mérito, voy a aportar algunas pistas. Independientemente del argumento elegido, el hecho de alumbrar personajes llenos de vida, de presentar situaciones creíbles, de eliminar de raíz cualquier tentación moralizante incluso en los momentos de mayor crudeza, junto a su evidente habilidad retratando al ser humano, contribuyen, no solo a que el texto siga siendo actual después de tanto tiempo, sino a que desde el momento de su publicación adquiriese naturaleza de clásico. Nuestro protagonista trasuda realidad, su drama no parece exagerado sobre el papel, al contrario, su sordidez es vulgar y cotidiana; en otras palabras, el carácter épico se debe a que Cela es capaz de traspasar la piel del lector sin cargar nunca las tintas. También es admirable su realismo: el terruño, el ambiente social y las circunstancias de momento y lugar se encuentran tan fielmente retratados que han adquirido la categoría de universales. Por eso cada nueva lectura es como si fuese la primera.

¿Es que no ocurre lo mismo con la mayoría de las novedades que aterrizan en las librerías casi a diario? En absoluto, rotundamente no. Hoy día se publica demasiada ficción facilona, apresurada, repleta de trampas narrativas. Comparad, observad despacio cada libro. Si queremos evitar que nos den gato por liebre, es preciso fabricarse un paladar lo más exquisito posible.


PRIMERA EDICIÓN: 1942 – CLÁSICO: VARIAS EDICIONES – PÁGINAS: 250 (aprox.)

Comentarios

  1. Desde luego, Molina, Cela es un narrador muy vigoroso. Tiene todas esas virtudes que señalas, en esta y en otras obras. En cuanto a lo que te encuentras hoy en las librerías... Ayer estuve husmeando en una y, de verdad, entre las muchas cosas buenas que encuentras, te encuentras unas birrias que te caes de culo, muchas de ellas con cientos de miles de ejmplares vendidos. Estuve hojeando una cosa que se llama "After", una serie en varios tomos enormes, que empezaba por tener una traducción con errores de gramática, y gordos. Una estupidez como una casa.

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    1. ¡Qué horror! Suelo alejarme de las novedades y los más vendidos hasta que adquieren una reputación fiable. Claro que, como a todos, me llega información de rebote, además viene bien conocer lo que se está cociendo.

      Pero también es un error situarse en el extremo opuesto, que es lo que me pasó a mí. Me leí (casi) todos los grandes clásicos entre los 16 años (empezando por La tía Tula y Ana Karenina) y el último año de carrera. Creo que me perdí lo mejor de ellos pues, aunque me encantaron, no estaba preparada para asimilarlos como es debido. De alguno dudo incluso si lo he leído realmente o me estoy confundiendo con otro, esos son los que releo a veces, aunque prefiero releer lo mínimo para concentrarme en los miles de títulos maravillosos que me faltan.

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  2. Ups, sí que da vertigo. No era yo muy de Cela, pero este libro es sin duda un imprescindible, con esos personajes tan fuertes y tan inolvidables como cercanos y reconocibles. Es verdad, hoy en día se escribe con cierta... facilidad. O tal vez se publica con cierta alegría. Pero siempre están ahí los libros de toda la vida para recordarnos que además de leer, está la (buena) literatura.

    Un abrazo

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    1. Por lo menos este y La colmena no deberías perdértelos. Este último quizá sea más meritorio técnicamente hablando, y su contenido es, como mínimo, igual de intenso.

      Un abrazo

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  3. De esta novela, que tuve que leer a los 14 años en 1ºBUP, sólo recuerdo que tenía que parar de leer de vez en cuando de puro desagradable que era. No creo que sea una lectura idónea para alguien de esa edad, pero al igual que "Historia de una escalera", eran lecturas obligatorias ese curso. Casi logra que deje de gustarme leer...cualquiera no lo consigue.

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    1. Siempre he dicho que obligar a leer a los chavales libros que no están pensados para ellos es la mejor forma de que aborrezcan la literatura toda su vida. Si no lo has hecho ya, deberías probar a ver qué tal. Puede que no llegue a gustarte, que la abandones enseguida, pero seguro que lo que leas no se parecerá en nada a tus recuerdos. Y hay muchas probabilidades de que sea una estupenda experiencia: lo que cuenta no es agradable pero un adulto ha leído (o visto en película) mil cosas mucho más duras que esta.
      Y si luego quieres darnos tu opinión, estupendo.

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    2. Sospecho que me haces una muy buena sugerencia, Molina de Tirso. Leer las que sí son grandes obras de Cela quizás contribuyan a reconciliarme con el escritor que fue. Pero, te soy sincero, qué pereza reconciliarse con alguien que vivió sus últimos años como un payaso basto y sin gracia, como una marioneta de la que no fue su señora y que tras recibir el nobel plagia por dinero...Si alguna vez, en otra vida, cae el buen hombre del guindo y se mira al espejo, seguro que algún alma caritativa le dice algo así: "No hombre, no es para tanto: escribiste Viaje a la Alcarria..."

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    3. Yo, cuando leo, me fijo en el libro.

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    4. Y haces bien. Pero si al autor no lo trago en lo personal, me va a costar más apreciar su arte. Cela se creía un genio, cuando la definición de genialidad es cultural: en un momento se considera que sí, en otro que no. Me cuesta menos admirar a Delibes o Ana María Matute porque me parecen modélicos en muchas cosas y humildes y lo que he leído de ellos me apasiona. Pero sí, te doy la razón: hay que distinguir entre el autor y la obra.

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