Laura, de Vera Caspary

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¿Recuerdan aquella película de los años cincuenta que narraba el hallazgo del cadáver de Laura –una joven y carismática ejecutiva– la reconstrucción de los hechos que tiene lugar posteriormente a cargo de un detective demasiado sensible a sus encantos, así como la conducta y rasgos distintivos de sus otros dos enamorados, con sus consiguientes sorpresas y giros de guión que mantendrán la intriga hasta el último momento?
Sí, el cine negro me encanta.
Sí, Gene Tierney era la protagonista
Sí, se exhibió en blanco y negro.
Sí, la dirigió Otto Preminger.
Pero la idea no era suya aunque, como casi siempre, sea él –y no su auténtica creadora– quien ha pasado a la historia. Es verdad que la puesta en escena está llena de aciertos, que el casting es inigualable, pero sin un guión como ese nada hubiera sido lo mismo. De hecho, suele comentarse la mala suerte del director al comenzar su carrera con lo que fue su obra maestra, ya que a partir de ahí se le exigió más de lo razonable sin valorar del todo las estupendas producciones que llevó a cabo a lo largo de su vida.
Le película se estrenó en 1944 al año de haberse publicado la novela. Es evidente que el director encontró el guión ideal, que supo valorarlo y sacarle todo el partido posible. Vera Caspary rentabilizaría ese éxito, otras novelas suyas también fueron llevadas al cine, lo malo es que –como suele suceder con la genialidad femenina– su nombre ha sido sepultado por el tiempo.
Caspary, al crear un personaje independiente y resolutivo que se ha labrado un futuro en la vida, pone en primer plano el asunto de la emancipación de la mujer en una época todavía pionera en esa clase de planteamientos.
“Una mujer moderna, complicada y culta”
“Tenía el trabajo de un hombre y las preocupaciones de un hombre. Hacer punto no era uno de sus talentos.”
“La mujer educada, no menos que la pobre trabajadora, está atada por los grilletes del romance. (…) Los románticos son como niños, nunca crecen.”
“A menudo, he protestado ante su devoción ferviente e incansable a su carrera, ya que soy de la opinión de que las mujeres son especialmente excitables y delicadas, y el peso de su puesto, sumado a sus deberes sociales y obligaciones personales, tenía un efecto claro sobre sus nervios. Por esta razón, siempre he intentado entenderla y mostrarme comprensivo ante sus cambios de humor y sus caprichos.”
Contundente ¿eh? Aunque otros párrafos muestran cierta vacilación, achacable sin duda a la época.
La ideología feminista de Caspary queda diluida en la película. En cambio, la fascinación cuasi amorosa que experimenta el detective resulta mucho más convincente en imágenes, expresada con palabras no parece demasiado creíble, a pesar de ese omnipresente retrato ubicado en el salón de Laura.
Narrada desde varios puntos de vista, la trama va avanzando a buen ritmo. El personaje central es ella, tanto el ser de carne y hueso como el cuadro que la retrata física y psíquicamente. Una Laura tan idealizada en su irrealidad como admirable en muchas de sus auténticas facetas. Todos esos retazos de vida van componiendo otro cuadro, el que muestra el pasado de los personajes –incluida la protagonista– así como el momento concreto en que tuvo lugar el crimen. Es verdad que el asesino es solo uno, pero lo que aparece aquí es un conjunto de depredadores, cada uno con su objetivo particular, que se miden entre ellos mientras afilan los cuchillos para obtener lo que pretenden. Es también el simbólico testimonio –más o menos intencionado– de uno de los millares de homicidios que, a manos de los varones han sufrido las mujeres, por el mero hecho de serlo, a lo largo y ancho de la historia en cada uno de los rincones del planeta.
La puesta en escena –a base de unos pocos rasgos bien dosificados, sin necesidad de recurrir a la parafernalia cinematográfica– refleja con bastante exactitud el refinado ambiente al que se refiere y los hábitos y circunstancias de quienes lo integran, así como la fisonomía y mentalidad de toda una época.
Mi principal, aunque leve, objeción a esta novela atañe a su predictibilidad. Casi desde el principio supe quién era el asesino aunque esperaba haberme equivocado y recibir la sorpresa subsiguiente. No hubo sorpresa, pero jamás reprocharía a Caspary un hecho provocado, no por ella, sino por todos los refritos, imitaciones, ideas originales construidas sobre las anteriores, los enfoques innovadores y las copias descaradas que pueblan libros, series y películas consumidos en las seis décadas y pico que nos separan del relato que ella concibió.

LAURA - PUBLICACIÓN: 1942 POR ENTREGAS), 1943 EN FORMA DE LIBRO) - (EN ESPAÑA:  VARIAS EDICIONES) - PÁGINAS: 300 (aprox.)

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